viernes, 29 de octubre de 2010

Mi nombre es Eda Santa Zanichelli



Con mucho gusto voy a redactar, a pedido del grupo que integra el Archivo Histórico y Centro Cultural Quequenense.

En el año 1941 vinimos a vivir a esta ciudad. La familia la componía, mamá, papá, y cinco hermanos. Éramos nueve hermanos. Los demás estaban casados. La casa donde fuimos a vivir todavía existe, está en la calle 552 a una cuadra y media del río y se llama la “Tapera”, casa que me trae buenos y malos recuerdos. Mi padre y mi hermana vivieron hasta el año 1965 más o menos. Mi hermano y yo terminamos el colegio aquí en la Escuela Nº 2, hoy Nº 25. La escuela no estaba como hoy. Tenía corredor abierto y menos aulas que ahora. Mis maestras fueron, en 4 grado la Señora de Cruces, en 5º la Señora Fernández de Domina y en 6º Haydee Ferrario, hermana del Director. El grupo de clase fue muy bueno. Mi compañera de banco se llamaba Nelly Sánchez. Con el correr del tiempo fue maestra de mis hijas en la misma Escuela Nº 2. Así fueron transcurriendo los años y cuando yo tenía 15, empecé a trabajar en la fábrica de pescado. Antes trabajé en la casa de la persona que fue mi maestra en 5º grado, y realizaba quehaceres domésticos. El trabajo era muy pesado no había como ahora lustradora, lavarropa. Estudié corte y confección por correo “Sistema Teniente”.

De la ciudad de Quequén lo que más se puede decir que era muy pobre. Lo más importante era el puerto de Quequén. Ahí la gente tenía su fuente de trabajo. También se trabajaba mucho con las lanchas de pesca a las que se llamaban “lanchas amarillas”. Muchas de ellas amarraban en el astillero Banolli, que actualmente existe.
Quequén no tenía calles asfaltadas, eso se hizo en el año 1942, pero sólo un tramo. No había banco. La Telefónica estaba a unos pasos de la Escuela Nº 2. El telégrafo estaba frente al Club Ministerio, hoy calle 554. El registro civil en la calle principal o sea en 519, aquí a 25 mts de mi casa. Todavía la construcción existe.
Lo más grande y lindo que tiene Quequén es la playa. Allí, en esos tiempos, iba la gente más humilde o mejor dicho todos.
Eran los turistas más valiosos, la otra maravilla. La pileta hoy todavía nos preguntamos porque el puerto la mando dragar. La pileta era lo más valioso de la playa. Gente de otros lados se quedaba maravillada con el lugar por tener una pileta natural de agua salada. No hace mucho tiempo la usaban para poner el descarte de barcos viejos. Ahora los retiraron. La escollera que hace de costado a la pileta antes era mas corta. Hace varios años fue alargada. Quequén esta formada por varias partes. 1º el centro, 2º el puerto, 3º la estación y la Guillermina que era la sección quinta que los habitantes cultivaban la tierra. Quequén es muy grande pero en esos años había muy poca población.
En la calle del centro se encontraba la sala de Fomento primeros auxilios y la casa de Don Pedro Pietro que también cortaba el pelo y vendía ropa. Estoy hablando del año 1941. Con el correr de los años fue progresando hasta llegar a como se la ve ahora. En la misma calle no había muchos almacenes o despensas. El almacén de ramos generales era de los hermanos Gil (por eso se llama la bajada de Gil). Llegamos hasta la avenida Lobería. Estaba como todas las calles con pocas casas. Siguiendo la avenida nos encontramos con la Estación del Ferrocarril. Cosa injusta que cortaran la llegada del tren. Siguiendo la misma avenida estaba la Granja Glanso donde se trabajaba la leche y se hacia la leche en polvo. Siguiendo un tramo más, nos encontramos con la llamada curva de la muerte. Era una curva doble y al venir de Lobería el que no conocía seguía de largo y volcaba. En algunos casos eran accidentes mas graves.
Voy a seguir contando acerca de la playa de Quequén. Había al bajar a la arena, una construcción llamada La Rambla. Era toda de madera. Había 1 baño. Se podía tomar algo y alquilaban trajes de baño de mujer y hombre. Había también llamémoslo un restaurante, en el que se podía comer algún sándwich al paso. Siguiente la calle costanera que era de tierra, no asfalto. La costanera llega hasta costa bonita. En ese trayecto se encontraba el Pinocho, que hace poco tiempo lo demolieron. En La Bahía de los Vientos todavía existen los restos de un barco hundido. En esa misma calle está el Cotolengo, donde hay varias chicas que van dejando para su cuidado. Son atendidas por  Las Monjitas. Frente a la pileta de Quequén, a unas cuadras se encuentra el Hotel Quequén, famoso porque ahí funcionó el primer casino La Ruleta. Los dueños eran toda gente muy pudiente de Buenos Aires. Unos que venían a veranear aquí a Quequén eran de apellido Anchorena. También cerca del Hotel Quequén hay un chalet que le llaman “el castillo” que todavía está. También esta lo más grande de Quequén: el puerto. La sub prefectura, la iglesia La Merced. Estaba el puente que se llamaba “Escurra” o “carretero”. Se dejó de usar porque estaba muy viejo. Hicieron uno nuevo en el que también pasaban las vías para el tren de carga, que venía a descargar cereal, luego de la inundación del año 1980, que se desbordó el río Quequén Grande, una inundación nunca vista.  Mis hijos y yo habíamos ido a ver el río, y traía vacas, heladeras, sillas. Aunque no quieran creer traía una casita con techo de paja con un gatito vivo arriba de techo. Era algo que costaba creer lo que uno veía. Cuando regresábamos a nuestra casa nos dijeron que se estaba por caer el puente. Llegamos a nuestra casa, nos paramos sobre la verja desde donde se veía el puente. Se cayó en 2 tramos, había terminado de pasar una camioneta y cayo el primer tramo y después el segundo hizo un estruendo como una bomba.

Cerca del Hotel Quequén se encontraba la “Colonia Cade” que durante todo el verano  traían chicos de las escuelas de Buenos Aires a veranear. Cada contingente estaba 15 días y se iban renovando durante todo el verano. Después venían los abuelos, o sea gente jubilada. Ahora se usan las instalaciones para un colegio secundario. Siguiendo la costanera del río encontramos el puente nuevo que se hizo en reemplazo del que se cayó. Más adelante encontramos  el imponente Puente Colgante que también con las inundaciones corrió serio peligro. El agua pasaba a 50 cm. de la parte más alta, o sea al medio del puente. Siguiendo más adelante estaba el puente ferroviario que también se cayó por la correntada a raíz que el agua traía de todo: plantas, animales, todo lo que arrastraba al pasar; creo que alcance a recordar lo mas importante.
           
Ahora empezare a narrar mi trayectoria a partir de los 14 años, que los cumplí acá en Quequén. Primeramente le voy a contar que mi familia, mi papá, mi mamá y 4 hermanos  vivíamos en la Estación de Energía.  A poca distancia había una fábrica de queso que se llamaba “La Elvecia”. El dueño vivía en Tandil y se llamaba Luis Magñascu. Mi papá trabajo con ellos muchos años. En el año 1939 la vendieron a un señor llamado Alcuaz, entonces mi papá se quedo sin trabajo y nos vinimos a vivir a Quequén. Mi papá ya era una persona grande, sorpresa fue cuando fue a tramitar la jubilación, porque los señores Magñasco no le habían aportado ni siquiera un año y tuvo que empezar a trabajar para poder jubilarse. Pero llego el salvador Juan D. Perón y gracias a él, se jubilaron muchos y a la gente joven, que trabajaba de sol a sol, les enseño a vivir mejor. Yo terminé el 6º grado. Éramos muchos en mi casa, había que ayudar a mi mamá. Empecé a estudiar corte y confección por correo con el “Sistema Teniente”. Con el correr del tiempo fue una ayuda muy importante. Fui a trabajar a la fábrica de pescado, era muy rudo el trabajo porque no teníamos la ropa adecuada y terminábamos muy mojadas. Cuando deje de trabajar en la fábrica tenía 17 años; ya en ese tiempo tenía mi novio pero era muy distinto que ahora. No entraba a la casa si no pedía a la novia. Así pasaron unos años, pocos, porque a los 19 me case muy feliz. Me casé sin ningún tipo de pretensiones, con lo necesario. Al año llego mi primera hija. 2 años más tarde llego la segunda nena. Fueron años muy duros. Mi esposo trabajaba en La Fundadora, almacén de ramos generales de Enrique Gil, pero ganaba muy poco. Después entro a trabajar en la fábrica de aceite Rabal Zugasti. Ahí empezó a mejorar nuestra situación. Ya mis hijas tenían 4 y 2 añitos. Yo tenía que hacer algo para ayudar. Queríamos comprar un terreno y así lo hicimos. Para ayudar empecé a lavar ropa para afuera, a una pensión y los clientes de la pensión como estaban conforme como lavaba y planchaba me empezaron a mandar ropa. Lavaba a mano porque para comprar lavarropas no había, en ese momento tenía 29 años. A partir de ahí empecé a coser para afuera. Me habían prestado una máquina y empecé a cocer para la casa de Don Pedro Prieto, que ya he mencionado anteriormente. Ya habíamos empezado la casita con mucho sacrificio. Mi esposo después que venía de trabajar, se ponía el pozo de agua donde iba la bomba elevadora y el pozo ciego del baño y yo le ayudaba a levantar los baldes con tosca y tierra. Para terminar la casa tuvimos que trabajar muchísimo. Todo en lo que se puede ayudar a un albañil, lo hacíamos entre los dos. Así se terminó la casa a fuerza de pulmón. Las hijas también ya trabajaban y al poco tiempo se casaron las 2, así que nos quedamos con el varoncito que tenia 18 años.
En todo esto que fui narrando yo seguía cociendo noches enteras que me tenía que quedar levantada a cocer porque no alcanzaba a terminar. Lo que más me gustaba cocer era ropa de hombre. Después de vivir unos cuantos años en la casa que habíamos hecho salió un comprador. En el año 1984 la vendimos y compramos la casa en la que estamos actualmente. Me dio mucha pena vender aquella casa. Ahí dejamos todo el sacrificio que nos costó hacerla. Mi marido trabajaba en el taller de Ardanaz y en otra parte más. Aquí donde vivimos a mi me favoreció para mi trabajo. Había más y otro tipo de trabajo. Muchos vestidos de novia, algunos con cola, otros sencillos y vestidos de 15 trabaje cualquier cantidad. Alcance a hacer 4 trajes de hombre.

Como se podrán dar cuenta fue una vida muy esclava. Viví los 50 años que cocí entre 4 paredes pero muy contenta porque disfrute a mis hijos a mis 9 nietos y a mis 8 bisnietos. Los disfrutamos con mucho orgullo, mi marido con sus 86 años y yo con mis 81 años, que los cumplo el 23/10.  Mis yernos fueron para mí 3 hijos más. Una maravilla.

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